Friday, March 9, 2012

Entrevista a Miguel Gutiérrez / Impresiones

Poderes secretos / Un análisis de Alexandra Gálvez


Miguel Gutiérrez es un gran novelista y ensayista peruano, nacido en Piura el 27 de julio de 1940. Sus obras son unas de las más leídas y publicadas en su país, como también en países de Europa y Latinoamérica. Gutiérrez destaca en su obra los diferentes conflictos de la sociedad en todas las épocas, presentándolas al lector de una manera nueva y fresca.

Al leer su obra Poderes secretos les puedo decir que para mí el enganche en la lectura estuvo casi al finalizar Poderes Secretos I. Después de esto, la intensidad en el misterio hizo que mi lectura sea rápida, con mucho interés y con el fin de descubrir las respuestas a las preguntas formuladas en la primera parte. Tengo que decirles, que inclusive volví a leer la obra entera por el gusto de atar mis propios cabos. Poderes Secretos, está dividida en 2 grandes partes I Garcilaso: Novela e historia, II Poderes Secretos: Primera parte 1598 y Segunda parte: 400 años después.

I Garcilaso: Novela e historia.- Gutiérrez enfatiza la importancia de la creatividad de un novelista al relatar la historia. “Pero ahí donde el historiador olvida, el novelista recuerda. Y lo puede hacer no porque posea un estatus moral superior sino- en primer lugar- porque frente al pasado, el novelista es un historiador privilegiado” (22). El autor, tiene un fantástico uso y conocimiento de los personajes de la historia. Cabe recalcar que Gutiérrez acentúa en su obra las fortalezas de estos personajes históricos como también sus flaquezas y sus mañas por decirlo así. “Tengo fundados indicios para sostener que estas condiciones existen en relación a las obras del Inca Garcilaso de la Vega, aunque debo añadir que en cuanto a calidad, como obras artísticas y supremas creaciones verbales y humanas, las obras de nuestro autor están por encima y más allá de toda discusión” (18). “Si a esto agregamos que no se preocupó por traer de la misma forma a los restos de su madre, la desventurada princesa Chimpu Ocllo, a la cual ni siquiera menciona en su testamento, no es infundado entonces llegar a la conclusión que el Inca Garcilaso de la Vega erigió un escudo y construyó un mausoleo para su única gloria, como la refrenda el bello y orgulloso epitafio que inspiró el mismo” (39-40). Al mismo tiempo, Gutiérrez nos presenta un discurso de mestizaje haciendo uso retórico del pasado en la historia. “La capa terrateniente se consideraba a si misma blanca, los pobladores de las comunidades de Catacaos y Sechura proclamaban con orgullo su condición de indígenas puros, en las haciendas del alto Piura existían agrupaciones negras y el tráfico de coolies chinos en el siglo XIX había determinado una profusa hibridación racial con indios, negros, zambos, mulatos, mestizos y cholos” (33).

El autor, escribe en tercera persona y algunas veces da su propia opinión en primera persona. Esto lo podemos ver especialmente cuando analiza si la presunta obra podría ser escrita o quizás no. “No todos los diálogos que transcribe el narrador del informe del P. Acosta resultan interesantes, pero a mí me llamaron la atención dos de ellos, sostenidos en momentos diferentes, y de los cuales ofreceré dos brevísimos pasajes” (55).

En esta primera parte de la novela, el autor usa las preguntas muy perspicazmente para que sean su forma de enganche. La duda hace mayor expresividad a la narración y como lector comenzaron a captar mi atención. “¿Qué se hicieron los fragmentos que el P. Maldonado Saavedra entregó a Garcilaso? ¿Y si el P. Valera, por razones que fuera como medida de seguridad, por ejemplo hubiera sacado una segunda y tal vez secreta copia de la crónica que empezó a escribir desde 1578 (lo cual hace de él, el primer historiador mestizo del Perú) y la hubiera dado a guardar a una persona de su entera confianza y que, por lo tanto, la supuesta copia pudiera hallarse refundida en un ignoto archivo?” (26-27). “¿Existe un culto al Inca Garcilaso? ¿Quiénes y por qué lo promueven?”(41).

II Poderes Secretos, Primera Parte 1598.- Para Gutiérrez, la aventura, el misterio y la intriga es el punto principal que podría ser un gran tema para una excelente obra. La imaginación del autor se centra en la historia índica u Occidentalis escrita por el P. Valera donde narraba los secretos de la época (siglo XVI) y junto con los aspectos racista que también eran parte de la misma época. El saqueo de Cádiz, 1598, y el incendio donde los manuscritos del P Valera están casi perdidos son la clave para la desaparición del autor de los mismos, junto con los motivos por los que el Inca Garcilaso de la Vega tiene que narrar los Comentarios Reales. Nuevas preguntas salen a relucir y la intriga forma la parte fundamental en la narración. “¿Los indios debían tener acceso a la carrera sacerdotal? Y los mestizos, sobre todo los nacidos de indias comunes, ¿eran gente confiable? ¿Cuál era la naturaleza de su entendimiento? ¿No arrastraban consigo una defectividad moral de origen?” (54).

Segunda Parte 400 años después. El desenlace es tan intenso, y parte de lo interesante es que se desarrolla 400 años después de la entrega de los manuscritos. La aparición de una copia de la Historia Occidentalis de P Valera, crea un revuelto en la secreta sociedad garcilasista, la que siempre se encargó de conservar la imagen del Inca Garcilaso de la Vega para sacar provecho de la misma. Esta copia trae muchos riesgos a nivel nacional como internacional, riesgos políticos, económicos y por supuesto en los ambientes religiosos. Como parte de este hallazgo, será el riesgo de un gran cambio social. “Respecto a este punto el narrador se muestra optimista. Afirma que antes de 100 años el Gran Maestro de la logia será un historiador de apellido quechua o colla” (89). La aparición de otro personaje importante es el investigador hispanista Santiago Osambela quien al leer el manuscrito descubre el acertijo. Sin embargo el resultado de este descubrimiento no modificará lo logrado por los garcilasistas.

En conclusión Poderes Secretos es una perfecta combinación de conocimientos históricos con la fantástica creatividad del autor.

"Garcilaso el Inca. Visto desde el ángulo indio" / Comentarios

"Garcilaso, el Inca", versión temprana de Francisco González Gamarra (1942)

Saturday, March 3, 2012

El Inca, hombre primero. Análisis de Orestes Marrero


Este elogio a Garcilaso, como vemos, en forma de un discurso ofrecido en 1916 por el historiador y político José de la Riva-Agüero en homenaje al tercer centenario del fallecimiento del gran escritor peruano, comienza con una nota introductoria: un paratexto que ya de por sí nos aporta información para un análisis. De igual manera como ha ocurrido durante siglos con la Historia, este discurso fue revisitado en múltiples ocasiones: suprimiéndose, enmendándose, aumentándose su contenido por el autor con los años. Es también visible en esta nota introductoria —y como Enrique nos mencionó en clases— a la prensa como la gran fomentadora de efemérides, pues estas mismas letras se desempolvaron trece años después y salieron a la luz en conmemoración del IV centenario del nacimiento de Garcilaso. Por otra parte, debemos tener en cuenta que estas palabras de Riva-Agüero han sido usadas, por sí mismas, como el paratexto (prólogo) al menos a una de las ediciones de la obra cumbre de Garcilaso: Los comentarios reales.

Las intenciones de Riva-Agüero de engrandecer la figura del Inca queda manifiesta desde el inicio: lo llama el más grande y clásico de los escritores peruanos, y hace acto seguido una alusión a su muerte coincidiendo con las de Cervantes y Shakespeare. El siguiente paso para reivindicar su figura adquiere el "tono" de las genealogías que ya hemos visto en obras del inicio colonial como el Popol Vuh o La nueva corónica, de Huamán Poma (¿es la historia latinoamericana circular?) Para defender la importancia del linaje de Garcilaso, el autor comienza por puntualizar que, contrario a lo que la envidia y la ignorancia propugnaron, no "todos los conquistadores del Perú fueron gentes de baja extracción" (6) y más tarde: "Atraídos por las mágicas noticias y las inverosímiles riquezas del botín, fueron viniendo sucesivamente segundones de los linajes más claros; y entre éstos hay que contar al capitán Garci Lasso de la Vega, el padre de nuestro autor." Es realmente interesante el hecho de que cuando se habla de los ascendientes del Inca, todo el peso de la nobleza de su sangre se incline hacia la parte paterna, haciendo un recuento de las peluzas y contrapeluzas de su prosapia europea. Leemos, en cambio, cosas como éstas de su madre: "pobre niña”(9), “mera sobrina de Huayna Cápac”, “vástago de una rama menor” (¿menor que la de Garcilaso?) Este uso casi despectivo de las referencias de su herencia de la rama autóctona del Perú me llamó la atención. Quizás haya ocurrido de modo inconsciente y no premeditado, pero se hace palpable una tendencia eurocentrista de R. A., que sigue manifestándose durante el resto del documento. Por ejemplo, mientras las narraciones religiosas de sus antepasados incaicos las recibe contadas por "dos viejos casi decrépitos" (10); su ayo —quien se encarga de su educación cristiana— es un "castellano hidalgo muy devoto y ejemplar" (11). El ejército de Manco es responsable de quemar el "primitivo caserío" del Cusco y sólo respetarle algunas edificaciones, los conquistadores son en cambio los edificadores, con gran uso de la decoración. Por otra parte los españoles parecen guerrear sólo entre sí, existir sólo ellos, y por momentos uno tiene la sensación de que lo único importante del Perú es que fue la zona geográfica donde se dieron esos hechos.

Como vimos en los planteamientos de Hayden White, la capacidad narrativa arma muy bien a un historiador, y las siguientes páginas de este texto tiene un poder de sugestión excelente: tienen sabor a gran novela. Parece que estamos allí, viendo ante nuestros propios ojos la insubordinación de Pizarro y la cruenta y barbárica guerra civil, llena de peripecias y contratiempo para un niño de sólo seis años; donde descubrimos otros importantes personajes históricos, como el interesante Francisco Carbajal —el demonio de los Andes— y a Hernández Girón. Los rejuegos y alianzas políticas, el poco respeto a la vida (estar vivo en ese tiempo parece más un accidente que un proceso natural) es lo que en fin de cuentas amolda la infancia del futuro gran escritor y hombre de espada que fue el Inca. Se crió Garcilaso entre los Pizarros y otros cabecillas militares del tiempo, pero también tuvo acceso y la gran suerte de contar con su tío abuelo, el Inca Cusi Huallpa, quien "satisfizo su filial curiosidad narrándole, con acento tembloroso de emoción, a manera de una revelación sagrada, la suave y radiosa leyenda de Manco Cápac y su mujer, hijos del Sol, civilizadores del mundo peruano y fundadores del Cusco" (96); quien también le legara una reconocida frase a Garcilaso, refiriéndose a la nobleza incaica: "trocósenos el reinar en vasallaje." Sin este contacto ancestral incaico, Garcilaso no hubiera podido ser, ni como persona ni como escritor, un hombre completo.

Cuando su padre muere, se nos muestra el proceso del Inca de tratar de reivindicar su nombre y salvar la herencia familiar, para lo cual hace un peregrinar que concluye en España, con la esperanza de resolver su conflicto en la Corte de Madrid. En ese trayecto según Riva-Agüero, y entre otras cosas, Garcilaso "se espantó de la barbarie de los indios de Pasau, que los Incas no tuvieron tiempo de civilizar" (29), fragmento que recuerda el propio tono de Los comentarios, donde es palpable una exaltación tanto a la civilización europea como a la incaica en comparación a otras sociedades precolombinas, cometiendo así la misma falta de juicio que los españoles cometieron contra los Incas. En este proceso legal, donde Garcilaso intenta demostrar que su padre no era un aliado de Pizarro, se presenta por la parte oponente un documento sacado del "Archivo": una crónica de Diego Fernández el Palentino, donde se narra que su padre había ayudado a escapar a Pizarro en una batalla cediéndole su caballo. "Garcilaso intentó contradecir, alegando que fue acto de amigo y no de partidario, y que su padre lo hizo cuando ya había cesado el combate; pero el consejero le replicó desabridamente, imponiéndole silencio y desahuciándolo en sus pretensiones." (31) De tal forma, lo que estaba escrito en la narración de los cronistas oficiales, era lo cierto, era la Historia, y uno que otro mestizo no tenía las mejores probabilidades de rebatirlo. "De aquí le nació a nuestro [escribe Riva-Agüero] autor la ojeriza contra la Historia del Palentino, que le había defraudado los ansiados premios, y a cuya detenida refutación dedicó él más tarde tan gran parte del segundo tomo de sus Comentarios."

Muchos otros eventos importantes en la vida y obra de Garcilaso: el primer peruano en grandes cosas (y el "símbolo del alma" del Perú ) (6) se exponen en este discurso, como su exitosa vida en el ejercicio militar en la península Ibérica; su retiro de la misma y el encuentro de consuelo en la sosegada vida eclesiástica; el proceso de acumulación de los datos obtenidos de su tierra natal y que más tarde le serviría para sus "glosas" y "correcciones" de la historia peruana con Los comentarios; la excelente traducción de las obras de León Hebreo; la elaboración con un lenguaje limpio y poético al buen estilo de Homero, de la epopeya de La Florida, que narra la desastrosa expedición de Hernando de Soto hacia esa tierra; la aparente inauguración del género literario de los recuerdos infantiles; su narración histórica del viejo Perú con un apego y sentimiento nunca superado —sin caer en la difamación fácil o el favoritismo— como nos expresa Riva-Agüero: "Es de admirar que . . . acertara Garcilaso en su historia a mostrar imparcialidad y casi piedad a la causa de Gonzalo Pizarro." (14)

Puede sentirse también en este discurso una verdadera preocupación acerca de lo que los críticos e historiadores españoles, sobre todo Menéndez Pelayo, piensen o dejen de pensar de Garcilaso (su obra, la del Inca, es la "voz" verdadera que habla por sí misma), como si aún el juicio catedrático europeo sea el definitorio, el concluyente: el único con acceso —como en el caso de El Palentino— a la acuñación escrita e inamovible de la verdad, lo que se "incluye" o no en el Archivo... Pero ya este texto de Riva-Agüero, según mi opinión, parece también historia antigua. Mucho ha cambiado en América desde entonces. La historia ahora se teje de igual con naturalidad y buena carga de imaginación y aporte popular, por y desde los americanos, y es tan válida (o no válida) como cualquier otra. Si Riva-Agüero se sintió realizado al ver cómo Menéndez Pelayo cambiaba de opinión, como si eso fuera un grandísimo logro, es de cierta forma un signo de que aún el continente —y sus intelectuales— no estaba listo para tomar manejo y responsabilidad de sus propios criterios, de su historia.

Para concluir, y por si no lo he puntualizado lo suficiente, el Inca Garcilaso era sin discusión un "señorazo" de escritor.