Friday, March 9, 2012

Entrevista a Miguel Gutiérrez / Impresiones

Poderes secretos / Un análisis de Alexandra Gálvez


Miguel Gutiérrez es un gran novelista y ensayista peruano, nacido en Piura el 27 de julio de 1940. Sus obras son unas de las más leídas y publicadas en su país, como también en países de Europa y Latinoamérica. Gutiérrez destaca en su obra los diferentes conflictos de la sociedad en todas las épocas, presentándolas al lector de una manera nueva y fresca.

Al leer su obra Poderes secretos les puedo decir que para mí el enganche en la lectura estuvo casi al finalizar Poderes Secretos I. Después de esto, la intensidad en el misterio hizo que mi lectura sea rápida, con mucho interés y con el fin de descubrir las respuestas a las preguntas formuladas en la primera parte. Tengo que decirles, que inclusive volví a leer la obra entera por el gusto de atar mis propios cabos. Poderes Secretos, está dividida en 2 grandes partes I Garcilaso: Novela e historia, II Poderes Secretos: Primera parte 1598 y Segunda parte: 400 años después.

I Garcilaso: Novela e historia.- Gutiérrez enfatiza la importancia de la creatividad de un novelista al relatar la historia. “Pero ahí donde el historiador olvida, el novelista recuerda. Y lo puede hacer no porque posea un estatus moral superior sino- en primer lugar- porque frente al pasado, el novelista es un historiador privilegiado” (22). El autor, tiene un fantástico uso y conocimiento de los personajes de la historia. Cabe recalcar que Gutiérrez acentúa en su obra las fortalezas de estos personajes históricos como también sus flaquezas y sus mañas por decirlo así. “Tengo fundados indicios para sostener que estas condiciones existen en relación a las obras del Inca Garcilaso de la Vega, aunque debo añadir que en cuanto a calidad, como obras artísticas y supremas creaciones verbales y humanas, las obras de nuestro autor están por encima y más allá de toda discusión” (18). “Si a esto agregamos que no se preocupó por traer de la misma forma a los restos de su madre, la desventurada princesa Chimpu Ocllo, a la cual ni siquiera menciona en su testamento, no es infundado entonces llegar a la conclusión que el Inca Garcilaso de la Vega erigió un escudo y construyó un mausoleo para su única gloria, como la refrenda el bello y orgulloso epitafio que inspiró el mismo” (39-40). Al mismo tiempo, Gutiérrez nos presenta un discurso de mestizaje haciendo uso retórico del pasado en la historia. “La capa terrateniente se consideraba a si misma blanca, los pobladores de las comunidades de Catacaos y Sechura proclamaban con orgullo su condición de indígenas puros, en las haciendas del alto Piura existían agrupaciones negras y el tráfico de coolies chinos en el siglo XIX había determinado una profusa hibridación racial con indios, negros, zambos, mulatos, mestizos y cholos” (33).

El autor, escribe en tercera persona y algunas veces da su propia opinión en primera persona. Esto lo podemos ver especialmente cuando analiza si la presunta obra podría ser escrita o quizás no. “No todos los diálogos que transcribe el narrador del informe del P. Acosta resultan interesantes, pero a mí me llamaron la atención dos de ellos, sostenidos en momentos diferentes, y de los cuales ofreceré dos brevísimos pasajes” (55).

En esta primera parte de la novela, el autor usa las preguntas muy perspicazmente para que sean su forma de enganche. La duda hace mayor expresividad a la narración y como lector comenzaron a captar mi atención. “¿Qué se hicieron los fragmentos que el P. Maldonado Saavedra entregó a Garcilaso? ¿Y si el P. Valera, por razones que fuera como medida de seguridad, por ejemplo hubiera sacado una segunda y tal vez secreta copia de la crónica que empezó a escribir desde 1578 (lo cual hace de él, el primer historiador mestizo del Perú) y la hubiera dado a guardar a una persona de su entera confianza y que, por lo tanto, la supuesta copia pudiera hallarse refundida en un ignoto archivo?” (26-27). “¿Existe un culto al Inca Garcilaso? ¿Quiénes y por qué lo promueven?”(41).

II Poderes Secretos, Primera Parte 1598.- Para Gutiérrez, la aventura, el misterio y la intriga es el punto principal que podría ser un gran tema para una excelente obra. La imaginación del autor se centra en la historia índica u Occidentalis escrita por el P. Valera donde narraba los secretos de la época (siglo XVI) y junto con los aspectos racista que también eran parte de la misma época. El saqueo de Cádiz, 1598, y el incendio donde los manuscritos del P Valera están casi perdidos son la clave para la desaparición del autor de los mismos, junto con los motivos por los que el Inca Garcilaso de la Vega tiene que narrar los Comentarios Reales. Nuevas preguntas salen a relucir y la intriga forma la parte fundamental en la narración. “¿Los indios debían tener acceso a la carrera sacerdotal? Y los mestizos, sobre todo los nacidos de indias comunes, ¿eran gente confiable? ¿Cuál era la naturaleza de su entendimiento? ¿No arrastraban consigo una defectividad moral de origen?” (54).

Segunda Parte 400 años después. El desenlace es tan intenso, y parte de lo interesante es que se desarrolla 400 años después de la entrega de los manuscritos. La aparición de una copia de la Historia Occidentalis de P Valera, crea un revuelto en la secreta sociedad garcilasista, la que siempre se encargó de conservar la imagen del Inca Garcilaso de la Vega para sacar provecho de la misma. Esta copia trae muchos riesgos a nivel nacional como internacional, riesgos políticos, económicos y por supuesto en los ambientes religiosos. Como parte de este hallazgo, será el riesgo de un gran cambio social. “Respecto a este punto el narrador se muestra optimista. Afirma que antes de 100 años el Gran Maestro de la logia será un historiador de apellido quechua o colla” (89). La aparición de otro personaje importante es el investigador hispanista Santiago Osambela quien al leer el manuscrito descubre el acertijo. Sin embargo el resultado de este descubrimiento no modificará lo logrado por los garcilasistas.

En conclusión Poderes Secretos es una perfecta combinación de conocimientos históricos con la fantástica creatividad del autor.

"Garcilaso el Inca. Visto desde el ángulo indio" / Comentarios

"Garcilaso, el Inca", versión temprana de Francisco González Gamarra (1942)

Saturday, March 3, 2012

El Inca, hombre primero. Análisis de Orestes Marrero


Este elogio a Garcilaso, como vemos, en forma de un discurso ofrecido en 1916 por el historiador y político José de la Riva-Agüero en homenaje al tercer centenario del fallecimiento del gran escritor peruano, comienza con una nota introductoria: un paratexto que ya de por sí nos aporta información para un análisis. De igual manera como ha ocurrido durante siglos con la Historia, este discurso fue revisitado en múltiples ocasiones: suprimiéndose, enmendándose, aumentándose su contenido por el autor con los años. Es también visible en esta nota introductoria —y como Enrique nos mencionó en clases— a la prensa como la gran fomentadora de efemérides, pues estas mismas letras se desempolvaron trece años después y salieron a la luz en conmemoración del IV centenario del nacimiento de Garcilaso. Por otra parte, debemos tener en cuenta que estas palabras de Riva-Agüero han sido usadas, por sí mismas, como el paratexto (prólogo) al menos a una de las ediciones de la obra cumbre de Garcilaso: Los comentarios reales.

Las intenciones de Riva-Agüero de engrandecer la figura del Inca queda manifiesta desde el inicio: lo llama el más grande y clásico de los escritores peruanos, y hace acto seguido una alusión a su muerte coincidiendo con las de Cervantes y Shakespeare. El siguiente paso para reivindicar su figura adquiere el "tono" de las genealogías que ya hemos visto en obras del inicio colonial como el Popol Vuh o La nueva corónica, de Huamán Poma (¿es la historia latinoamericana circular?) Para defender la importancia del linaje de Garcilaso, el autor comienza por puntualizar que, contrario a lo que la envidia y la ignorancia propugnaron, no "todos los conquistadores del Perú fueron gentes de baja extracción" (6) y más tarde: "Atraídos por las mágicas noticias y las inverosímiles riquezas del botín, fueron viniendo sucesivamente segundones de los linajes más claros; y entre éstos hay que contar al capitán Garci Lasso de la Vega, el padre de nuestro autor." Es realmente interesante el hecho de que cuando se habla de los ascendientes del Inca, todo el peso de la nobleza de su sangre se incline hacia la parte paterna, haciendo un recuento de las peluzas y contrapeluzas de su prosapia europea. Leemos, en cambio, cosas como éstas de su madre: "pobre niña”(9), “mera sobrina de Huayna Cápac”, “vástago de una rama menor” (¿menor que la de Garcilaso?) Este uso casi despectivo de las referencias de su herencia de la rama autóctona del Perú me llamó la atención. Quizás haya ocurrido de modo inconsciente y no premeditado, pero se hace palpable una tendencia eurocentrista de R. A., que sigue manifestándose durante el resto del documento. Por ejemplo, mientras las narraciones religiosas de sus antepasados incaicos las recibe contadas por "dos viejos casi decrépitos" (10); su ayo —quien se encarga de su educación cristiana— es un "castellano hidalgo muy devoto y ejemplar" (11). El ejército de Manco es responsable de quemar el "primitivo caserío" del Cusco y sólo respetarle algunas edificaciones, los conquistadores son en cambio los edificadores, con gran uso de la decoración. Por otra parte los españoles parecen guerrear sólo entre sí, existir sólo ellos, y por momentos uno tiene la sensación de que lo único importante del Perú es que fue la zona geográfica donde se dieron esos hechos.

Como vimos en los planteamientos de Hayden White, la capacidad narrativa arma muy bien a un historiador, y las siguientes páginas de este texto tiene un poder de sugestión excelente: tienen sabor a gran novela. Parece que estamos allí, viendo ante nuestros propios ojos la insubordinación de Pizarro y la cruenta y barbárica guerra civil, llena de peripecias y contratiempo para un niño de sólo seis años; donde descubrimos otros importantes personajes históricos, como el interesante Francisco Carbajal —el demonio de los Andes— y a Hernández Girón. Los rejuegos y alianzas políticas, el poco respeto a la vida (estar vivo en ese tiempo parece más un accidente que un proceso natural) es lo que en fin de cuentas amolda la infancia del futuro gran escritor y hombre de espada que fue el Inca. Se crió Garcilaso entre los Pizarros y otros cabecillas militares del tiempo, pero también tuvo acceso y la gran suerte de contar con su tío abuelo, el Inca Cusi Huallpa, quien "satisfizo su filial curiosidad narrándole, con acento tembloroso de emoción, a manera de una revelación sagrada, la suave y radiosa leyenda de Manco Cápac y su mujer, hijos del Sol, civilizadores del mundo peruano y fundadores del Cusco" (96); quien también le legara una reconocida frase a Garcilaso, refiriéndose a la nobleza incaica: "trocósenos el reinar en vasallaje." Sin este contacto ancestral incaico, Garcilaso no hubiera podido ser, ni como persona ni como escritor, un hombre completo.

Cuando su padre muere, se nos muestra el proceso del Inca de tratar de reivindicar su nombre y salvar la herencia familiar, para lo cual hace un peregrinar que concluye en España, con la esperanza de resolver su conflicto en la Corte de Madrid. En ese trayecto según Riva-Agüero, y entre otras cosas, Garcilaso "se espantó de la barbarie de los indios de Pasau, que los Incas no tuvieron tiempo de civilizar" (29), fragmento que recuerda el propio tono de Los comentarios, donde es palpable una exaltación tanto a la civilización europea como a la incaica en comparación a otras sociedades precolombinas, cometiendo así la misma falta de juicio que los españoles cometieron contra los Incas. En este proceso legal, donde Garcilaso intenta demostrar que su padre no era un aliado de Pizarro, se presenta por la parte oponente un documento sacado del "Archivo": una crónica de Diego Fernández el Palentino, donde se narra que su padre había ayudado a escapar a Pizarro en una batalla cediéndole su caballo. "Garcilaso intentó contradecir, alegando que fue acto de amigo y no de partidario, y que su padre lo hizo cuando ya había cesado el combate; pero el consejero le replicó desabridamente, imponiéndole silencio y desahuciándolo en sus pretensiones." (31) De tal forma, lo que estaba escrito en la narración de los cronistas oficiales, era lo cierto, era la Historia, y uno que otro mestizo no tenía las mejores probabilidades de rebatirlo. "De aquí le nació a nuestro [escribe Riva-Agüero] autor la ojeriza contra la Historia del Palentino, que le había defraudado los ansiados premios, y a cuya detenida refutación dedicó él más tarde tan gran parte del segundo tomo de sus Comentarios."

Muchos otros eventos importantes en la vida y obra de Garcilaso: el primer peruano en grandes cosas (y el "símbolo del alma" del Perú ) (6) se exponen en este discurso, como su exitosa vida en el ejercicio militar en la península Ibérica; su retiro de la misma y el encuentro de consuelo en la sosegada vida eclesiástica; el proceso de acumulación de los datos obtenidos de su tierra natal y que más tarde le serviría para sus "glosas" y "correcciones" de la historia peruana con Los comentarios; la excelente traducción de las obras de León Hebreo; la elaboración con un lenguaje limpio y poético al buen estilo de Homero, de la epopeya de La Florida, que narra la desastrosa expedición de Hernando de Soto hacia esa tierra; la aparente inauguración del género literario de los recuerdos infantiles; su narración histórica del viejo Perú con un apego y sentimiento nunca superado —sin caer en la difamación fácil o el favoritismo— como nos expresa Riva-Agüero: "Es de admirar que . . . acertara Garcilaso en su historia a mostrar imparcialidad y casi piedad a la causa de Gonzalo Pizarro." (14)

Puede sentirse también en este discurso una verdadera preocupación acerca de lo que los críticos e historiadores españoles, sobre todo Menéndez Pelayo, piensen o dejen de pensar de Garcilaso (su obra, la del Inca, es la "voz" verdadera que habla por sí misma), como si aún el juicio catedrático europeo sea el definitorio, el concluyente: el único con acceso —como en el caso de El Palentino— a la acuñación escrita e inamovible de la verdad, lo que se "incluye" o no en el Archivo... Pero ya este texto de Riva-Agüero, según mi opinión, parece también historia antigua. Mucho ha cambiado en América desde entonces. La historia ahora se teje de igual con naturalidad y buena carga de imaginación y aporte popular, por y desde los americanos, y es tan válida (o no válida) como cualquier otra. Si Riva-Agüero se sintió realizado al ver cómo Menéndez Pelayo cambiaba de opinión, como si eso fuera un grandísimo logro, es de cierta forma un signo de que aún el continente —y sus intelectuales— no estaba listo para tomar manejo y responsabilidad de sus propios criterios, de su historia.

Para concluir, y por si no lo he puntualizado lo suficiente, el Inca Garcilaso era sin discusión un "señorazo" de escritor.

Friday, February 24, 2012

Daimón: El antihéroe y el inevitable paso de la Historia / por Eva Soto


Al acabar de leer Daimón, novela de Abel Posse, me topé por segunda vez con la cita de una crítica literaria extraída del diario español El País, que dice: “Una visión, más que fantástica, delirante; más que crónica, mito. Una novela tan importante como Cien años de soledad.” ¡Tan importante como Cien años de soledad! Al leer esta observación al inicio de la novela no podía esconder mi total desacuerdo. Es tan solo con el final de mi lectura y con un par de días de reflexión silenciosa e inconsciente, que mi cabeza se abre a un sinfín de posibilidades (todavía sin resolver).

En esta segunda parte, presenciamos, aproximadamente, otros trescientos años de vida del rebelde Aguirre. En lo que será un intento de resumen y análisis más o menos breve, voy a dividir los sucesos -y los temas relacionados con éstos- en seis partes que completan un círculo: el amor como felicidad verdadera, el carácter metarreflexivo de la novela, la resistencia al paso del tiempo (y de la Historia), el poder de estar en vez de hacer, el triunfo del desarrollismo como fuerza antinatural y devastadora, y la muerte definitiva, una vez reencontrado el amor. Todos estos temas serán vivencias del protagonista individualista y egoísta de Aguirre, que por mucho que sus alrededores cambien, su espíritu se mantiene solitario, incomprendido y ferozmente egocéntrico.

En lo que parecía un personaje esencialmente plano, con un ansia de poder difícil de superar y una crueldad típica del que ha perdido la cabeza, Aguirre crece y se llena de experiencias nuevas que le obligan a autorreflexionar sobre lo que ha hecho en su corta vida antes de morir, y el porqué sigue siendo tan infeliz. Los Marañones han encontrado la ciudad misteriosa de El Dorado, descubrimiento que los hace los más ricos y afortunados del mundo materialista, sólo para perder las ganas de vivir poco después. Esta decepción -ya anticipada por las Amazonas en el TAROT III (57)- conduce a Aguirre a perseguir a sor Ángela para encontrar el amor, un sentimiento que se mantenía desconocido para él. Este impulso lo incita “la Voz”, a la que se la refiere como el Demonio (Daimón) que, en la mitología griega podía tener un significado tanto benigno como malvado y, que aquí, juega un papel polémico en la trayectoria del protagonista.

Los enamorados prosiguen con su romance en la altura de la tierra paradisíaca del Machu Picchu, trozo de cielo que todavía seguía sin ser descubierto por la Civilización. En la virginidad del paisaje y de la situación nace un matrimonio pasional y feroz que, a sorpresa de todos, despierta en Aguirre una felicidad sin precedencia en todos sus años de poder y conquista. Así, el fantasma-hombre llega a conclusiones nunca previstas: “‘¿Cómo he podido vivir sin amor?’ Todo había sido ingrávido, trazos en el agua. ‘¡Nada sin amor, nada!’” y, un poco más adelante: “‘La crueldad es un entretenimiento de cabrones, de viudos, de solterones...’” (148). ¡Qué fácil se hace deshacerse de un tirano! El ejemplo de Aguirre es notable. Es, en mi opinión, la victoria de la soledad conquistada, la sensación de pertenencia que siempre le fue negada por el Imperio Español y que, por fin, se le otorga con la organicidad del amor.

Esos años en los que vive allí arriba con el indio-mentor Huamán, enamorándose, casándose, reproduciéndose y lentamente desencantándose de nuevo -como con el oro, pero con menos descaro-, le mantienen en un espacio atemporal, donde nada ha cambiado más que su propia suerte. El carácter metarreflexivo de la novela se acentúa más durante este periodo de autodescubrimiento y transformación: “Aguirre iba comprendiendo que Machu Picchu era uno de los pocos lugares... [en que] Se concentra... el espiral del tiempo... Una vertiginosa unidad... una secreta coherencia (por supuesto que no se trata de la solemne Historia...)” (153) y la presencia del narrador se hace constante con las intervenciones parentéticas. Así como su capacidad reflexiva aumenta, el aburrimiento -y el griterío de los hijos- empieza a meterse en su mente como una enfermedad: “‘¡Pensar que abandoné mi Imperio por amor!’” (167). Pero Aguirre sigue metido en una fantasía. Tanto es así que decide ausentarse por un tiempo indeterminado con su fiel amigo, el negro Nicéforo, y baja a visitar una nueva época para las Américas y para sus antiguos verdugos. Con este viaje, Aguirre entiende que su antiguo rol en el mundo es inexistente y así lo será para siempre, puesto que los tiempos han cambiado, y él no ha cambiado con ellos. Es una revelación triste para un conquistador con tantas aspiraciones. Su hija, doña Elvira, está casada con el escribano, Blas Gutiérrez, con quien forma una familia revolucionaria e independentista en una tierra republicana, alimentada con todos los ideales importados de la Revolución Francesa: “‘Es el progreso, Aguirre, es el signo de los tiempos. La igualdad nos alcanza a todos, tarde o temprano’” (178), pero para la ex-figura autoritaria de nuestro protagonista eso no formaba parte de sus intereses individuales. El encuentro con piezas de su pasado situadas en el presente le deprime. La sensación de marginalización y el desencaje regresan, después de tantos años acostumbrado a ser feliz, al verse atrapado en la imposibilidad de aceptar el paso de la Historia: “‘¡No soy nada! ¡Nada! ¡Soy el único imbécil que no supo aprovechar la Revolución!’” (189).

Siguiendo su impulso egoísta y desconsiderado, Aguirre malentiende la Voz del Demonio y mata a su mujer y, con ella, la cotidianidad de esa etapa de su vida-muerte. El Huamán y los efectos rejuvenecedores de la ayawaska protagonizan este nuevo proceso de transformación que llevan a Aguirre a mantener una paz consigo mismo, la Tierra y el resto de los humanos, inimaginable en sus primeros días como fantasma. El proceso se inicia con el cuestionamiento del cristianismo y de su persona que hace el Huamán: “‘...Lope, ¡convéncete! Tú y todos los cristianos llevan el incurable mal de no haber nacido... Haces porque no puedes ser. Matas porque temes vivir. ¡Caminas como loco rayando mares y tierras porque tienes enmarañados los caminos de adentro!’” (201). Haces porque no puedes ser. Esta sería el pensamiento con el que Aguirre se quedaría durante el resto de su muerte en vida.

El estado de trance que consigue Aguirre en su viaje espiritual a Lo Abierto se ve interrumpido por la llegada de los americanos al Machu Picchu (1911) en lo que será la señal definitiva de la inevitabilidad del desarrollo moderno: una nueva etapa que, para Aguirre será caracterizada como un periodo de dolor y horror tanto para él como para la naturaleza que, tras el descubrimiento de Lo Abierto, eran una misma unidad. Era, en esta sociedad, “un pingajo, un relicto, un olvido.” (225). Descubre la explotación laboral que viene con los intereses económicos, mucho más viciosos que los de la búsqueda de El Dorado: “El más primario espíritu comercial había modificado la vegetación de las costas oceánicas y de las tierras fértiles del interior. Perales, viñedos, olivos, algodón, trigo, verduras exóticas. Las especies tradicionales habían perdido la batalla.” (236) y, un poco más tarde: “...de los 91 millones de locales que había en el momento del descubrimiento de Europa sólo quedaban unos 11 millones de puros sin poder ni gloria, el resto había sido eliminado con Civilización.” (237). Estos cambios históricos también afectan al invencible personaje, al ser torturado por el prototipo de dictador sudamericano encabezado por Carrión, uno de sus hijos bastardos, que absorbe el papel del tirano Aguirre en la modernidad.

Todas estas observaciones antidesarrollistas, sin embargo, no vienen del propio Aguirre indignado, sino de una voz narradora informativa que transcribe testimonios. Aguirre, aunque espiritual y más completo como fantasma-humano, sigue fiel a su egoísmo e individualismo que no le permite sentir por los demás. Su viaje es únicamente para vivir-morir en paz. Es por eso por lo que a Aguirre le cuesta desaparecer por completo. Sus deseos finales siguen insatisfechos hasta que consigue volver a amar, sin importarle lo más mínimo la causa revolucionaria que trata de traer justicia en el mundo. A él, la justicia, si no es para su propia alma, es prescindible.

Así pues, Aguirre muere feliz, en manos de su nueva enamorada la Mora, una mujer con la que había tenido previa fascinación, pero no amor, como el que le llena al rebelde que sigue siendo una leyenda en discusión.

Abel Posse nos ofrece la trayectoria de un personaje histórico que sobrevive por 400 años, del colonialismo español al neocolonialismo americano. El desarrollo de los personajes en conjunción con los hechos históricos que bien conoce el autor y algunos de sus lectores, hacen de este libro una obra compleja que se muestra difícil de digerir en un principio, y se abre a una enriquecedora lectura con el paso de las páginas.

Friday, February 17, 2012

Daimón: La complejidad de un antihéroe / Análisis de Veronica Short


Abel Posse nos entrega un libro que presenta la figura de Lope de Aguirre (1513? – 1561) quien luchó contra Gonzalo Pizarro en Perú, y en ese sentido fue leal al rey, para años después declararse en rebeldía contra Felipe II y la soberanía de España. Este análisis cubre los primeros cuatro “capítulos” de Daimón, desde el principio del libro hasta el final del “Arcano Cuarto: El Emperador”.

Daimón encarna la Nueva Novela Histórica con la ruptura del tiempo lineal, la poliglosía, el carnaval y con un montón de analogías. Además, por todo el libro se nota el anacronismo. Por ejemplo, el libro empieza con la referencia del encuentro de 1492 entre unas referencias a Aguirre. Asimismo, desde el principio notamos la poliglosía con el título del capítulo uno, con el español y el francés. También está representada en las perspectivas distintas, por ejemplo, “el descubrimiento de Europa en 1492” (11). Otro tema bien grande en el libro es el carnaval. La sensualidad continúa como un tema por toda la novela y en especial el capítulo sobre las Amazonas. Sin embargo, aunque hay tantas cosas que se puede analizar en estos primeros capítulos, voy a enfocarme en el titulo, los epígrafes, lo bárbaro y la metamorfosis del personaje principal, Lope de Aguirre.

Como todos los buenos libros, el título nos enseña un punto clave del libro. El de esta obra viene del griego que significa “demonio”. Ya el libro señala la erudición del autor y el tono del protagonista. Sin embargo, esta traducción no es sencilla. La idea del “demonio” hoy en día tiene una connotación negativa. No obstante, en la tradición griega, puede representar lo malo o lo bueno. Entonces, el título nos da una vislumbre del enredo de la historia.

En el estilo típico de la Nueva Novela Histórica, Posse nos presenta esta historia que rompe con todas las reglas de la Novela Histórica. El libro empieza antes del primer capítulo y aun antes de los dos epígrafes, con el sumario de la vida del tirano Aguierre y sus matanzas, que incluye su propia hija, Elvira. Lo curioso es la última frase que dice que Aguierre “Siguió viviendo en el Eterno Retorno de lo Mismo, que es una espiral espacio-temporal”. Aquí presenta nuestro protagonista, muerto, en un tipo de purgatorio, como Colón en El Arpa y la sombra. Como indica la cita, el tiempo no sigue lo lineal y tampoco es cíclico. No regresa para hacer lo mismo, sino regresa y cambia un poco cada vez. Al hecho de que es “una espiral’ me hace pensar que Posse nos da un protagonista complejo, en un tipo de viaje y transformación. Creo que vamos a saber si es así o no al final del libro.

El libro continúa con dos epígrafes y la intertextualidad: una cita de Cristóbal Colón, que supuestamente destaca la “Civilización” y una cita del poeta-rey Nezahualcoyotl bajo la inscripción “Barbarie”. Se nota la ironía con estos epígrafes y el uso de la relación binaria del civilizado/bárbaro. Ya conocemos un poco de Colón y su primera carta: su asombro ante un mundo tropical, su aspiración de apropiación aun antes de empezar su periplo y su deseo por el oro tan pronto que llegue. Como los epígrafes están bajo del título “La epopeya del guerrero”, presenta Colón y España como una presencia de guerra, no de exploración en búsqueda de negocios. Además, Posse presenta un tema de preocupación de Colón: estas putas jóvenes: “la más vieja no sería de once años y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura que no la tendrán más de unas putas.” Se puede ver esta cita como una conclusión que los indios son bárbaros por tener prostitutas niñas o lo puede reflejar más a la mentalidad de Colón, que él las veía así.

El segundo epígrafe también es interesante. Representa un rey Nezahualcoyotl (1402 – 1472), que en contraste a Colón, era culto. Además de ser poeta-rey nahua, era filósofo y arquitecto. En el libro hay parte de uno de sus poemas que habla de la muerte. Se nota el tono filosófico y casi religioso. Entonces, hay una inversión de los roles de lo civilizado/bárbaro.

El libro continúa con esta idea de inversión. Una frase ejemplifica ésta para mi es la que empieza la novela: “A los sacrificios y carnicerías sigue el jadeo rítmico de los acoplamientos” (11). Al leerla la primera vez, supuse que hablaba de los nativos, especialmente después de leer El Entendado. Sin embargo, después de leer cien páginas de Daimón y de los actos bárbaros y concupiscentes de Lope, creo que esta frase refiere más a Aguirre y los españoles que los indígenas. Posse representa Aguirre que disfruta este carnicería: “Se veía que a pesar de todo, sea como verdugos o como víctimas, habían gozado. Preferían el riesgo de la aventura al limbo” (14). Representa a Aguirre que se deleita en la matanza y continúa en esta manera después de la muerte. La voz narrativa explica: “Insultos, cariñosos reconocimientos castrenses que no ocultaban la alegría de Lope” (14). Lo veo como un ejemplo de la barbarie que Montaigne presenta en su ensayo sobre los caníbales. Destaca los horrores de los indígenas de comer carne humana pero invierte el argumento y expone que los actos de los españoles eran aun peor.

Una indicación de un cambio, o parte del viaje espiral de Aguirre, viene de la palabra escrita. El Escribano le cuenta a Lope lo que escribió en su crónica y todo el mundo temía su reacción, pero dice que Aguirre “concedía poca importancia - todavía - a la palabra escita” (19). Sin embargo, más tarde, en el capítulo cuatro, cambia su mentalidad cuando el Escribano escribe sobre su hija. Declaró al Escribano “¡Has vejado a mi niña en tu mundo de papel!” (78), y lo castigó y prohibió que alguien escribiera sin su consentimiento. Con un salto de siglos, Lope se dio cuenta del poder de la palabra escrita. Envió a su tripulación a ver cuál era su reputación en el mundo. Los hombres regresan y le cuentan que “Parece que han escrito tu historia. Te han hecho vivir, matar, morir, en los libros...” (97). La palabra le hizoo inmortal. En vez de tener un desprecio por lo escrito, comprendió que éste es lo que formaba su notoriedad, que era “parte del demonio” (97), pero los imperios europeos no lo temaban y continuaban conquistar: “América es una ballena y los tiburones muerden por los bordes” (98). Agirre se sentía una desesperación por la pérdida aparente de su sueño “ridículamente ilusorio” (99). No obstante, se animó otra vez para continuar con la rebilión: “te traigo nuevo testimonio de mi alzamiento, que es el eterno alzamiento de América” (99). Con esta realización se identifica con los oprimidos. Al final del capítulo vemos un personaje complejo y cambiado. Es tirano que se ve al mundo desde otra perspectiva: “Por primera vez en sus largas vidas [Aguirre] se sintió americano” (100).